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Martin Harrison, Francis Bacon: Archivos privados, Madrid: La Fábrica, 2009
La Fábrica. En Archivos privados se reúnen los documentos más importantes que sirven de utilidad para que el lector tenga una visión más exacta de las influencias que provocaron y motivaron la pintura de Bacon.
Elaborado por Martin Harrison, Rebecca Daniels y Barbara Dawson, el libro posee información proveniente de la Galería Municipal de Dublín (The Hugh Lane), que es donde se preserva toda la documentación hallada en el estudio de Bacon (donada a la ciudad en 1998). Se trata de más de 7.000 recortes y objetos que forman parte de la 'base de datos' visuales del artista.
El contenido del libro sugiere los métodos artísticos y el vocabulario pictórico de Bacon. La obra contiene material acerca del cuerpo humano, animales y otros. Las más de 160 fotografías de estos estímulos contenidas en el libro, están acompañadas por comentarios que desbrozan aún más el contenido del mensaje que pretendía utilizar Bacon en el momento de llevar a cabo su evocación/provocación visual. Bacon trabajó a partir de la apropiación y posterior manipulación de imágenes sacadas de libros, fotografías, revistas, catálogos, en fin, mass-media. Arrugar, doblar, rallar, pintar, pegar... Tal deliberada manipulación de la imagen apropiada resultaba para él un estudio previo al trabajo final. El carácter reservado de Bacon respecto a la acumulación de imágenes diversas puede producir en quien se dedica a su estudio cierto desconcierto. De tal material emerge el interás del pintor por la obra de Miguel Ángel, Velázquez, Rembrandt y Picasso. Segun Harrison, las figuras de Bacon representan al hombre del siglo XX, uno "angustiado por la vida, pero entusiasmado por el arte".[1]
Rancho News. Documentación que sugiere y da testimonio acerca del proceso creativo de Bacon se reúne en Archivos Privados, volumen que recopila 160 fotografías, seleccionadas y comentadas por Harrison, Daniels y Dawson. Se trata de un corpus de más de 7.000 recortes, objetos y piezas. Parte de los mismos se hallan ilustrados en el mecionado volumen.[2]
Graciela Marín. "Bacon [...] sólo dejaba entrar a su taller a sus amigos más cercanos. En parte, porque era su mundo creativo. Pero también porque era casi un basural. Miles de papeles arrugados, cortados, manchados y doblados en el suelo, dispersos en un espacio de 6 por 4 metros. Entre medio, cuadros destruidos, despedazados y apuñalados, muchas veces por el mismo artista. Bacon nunca estuvo dispuesto a revelar demasiado de su intimidad. Su vida y su forma de trabajo eran privadas y le gustaba conservarlo así. Pero también era un asunto práctico: nadie más que él podía circular entre tanto desorden.
A 100 años de su nacimiento, las perturbadoras pinturas de cuerpos deformes y sufrientes de Bacon son más famosas que nunca. Desde el año pasado, una gran muestra retrospectiva se exhibe en [Londres], [Madrid] y Nueva York. Todas las exhibiciones se han repletado, aunque cada visitante abandona la muestra con reacciones distintas: algunos se incomodan, otros se horrorizan y varios se asombran ante las pinceladas que dan forma a retratos distorsionados, de ojos desorbitados y bocas aullantes.
[... Además, la] Galería Hugh Lane, de Dublín, exhibirá en octubre una gran muestra con los secretos de su taller en Londres, con fotografías, pinturas y documentos que revelan su proceso de creación. Son materiales que también se muestran en los Archivos privados de Francis Bacon, [... por] Martin Harrison. Es un libro que [...] descubre las obsesiones, dudas y experimentaciones que marcaron la obra de uno de los artistas más singulares del siglo XX.
[...] Bacon nunca siguió las modas. Cuando el arte abstracto estaba en su punto más alto, él lo despreció por considerar que era incapaz de reflejar las emociones del ser humano. En especial, aquellos que más le interesaban: la pasión, la rabia, la angustia y la desesperación. El arte abstracto le parecía [...] estéril [... e] inútil. Tampoco le interesó sumarse a los surrealistas. En una opción que lo aisló de sus contemporáneos, optó por la realidad. Durante años le pesó: en 1936, una galería de Londres rechazó exhibir sus obras, simplemente porque ofrecía un arte que era "insuficientemente surreal".
A él le parecía inconcebible un arte alejado de la realidad. Aunque en su caso, se trataba de un mundo hostil y violento, que se reflejaba en retratos desfigurados y sufrientes. Son pinturas que le ganaron el título de "artista del horror". Sin embargo, a Harrison no le parece tan así. "Pocas veces veo horror. Veo mucho más asco. Asco consigo mismo, con la raza humana y con el hecho de que seamos mortales", dice a La Tercera.
Y eso era algo que Bacon conoció muy de cerca. Nacido en Dublín en 1909, antes de los 10 años ya había sufrido la muerte de dos hermanos y conocido el horror de la Primera Guerra Mundial. Desde niño sufrió de asma crónica: cada cierto tiempo, sentía que se asfixiaba y sólo podía calmarse con morfina.
A los 16 años, su padre lo exilió del hogar familiar al descubrir que era homosexual. Tuvo muchas parejas, pero su relación más significativa fue con George Dyer, al que conoció tras sorprenderlo robando en su departamento. Estuvieron juntos siete años, pero Dyer no soportó la presión de ser la pareja de un artista que, a esas alturas, era famoso: en 1971 se suicidó con barbitúricos, en la pieza que ambos compartían, mientras Bacon estaba afuera preparando [su] exhibición [retrospectiva en el Grand Palais de París]. El artista jamás dejó de sentir culpa y [...] en [...] sus trípticos más impactantes, pintó la muerte de su amante. Y continuaría retratándolo hasta el final.
Bacon trabajaba con rabia, pero también impulsividad: así como destrozó en múltiples ocasiones sus obras, también arrugaba, rayaba y destruía el material con el que trabajaba en su taller. Muchos de esos papeles inicialmente se confundieron con basura: ahora, relata Harrison, se les considera gérmenes de las obras del pintor. "Los descubrimientos de su estudio confirman qué tan privado era él y [revelan] muchos de sus secretos. No de su vida íntima, pero sí sobre su forma de trabajar con otras imágenes", explica Harrison. "Son lo que él estudió, muy cercanamente, e investigó".
Bacon se obsesionaba con la realidad, pero no necesariamente con el mundo vivo. Jamás trabajó con modelos reales, pese a que muchos de sus retratos mostraban a sus parejas y amigos. "No era bueno para dibujar y le tomaba bastante tiempo lograr un parecido con sus modelos", agrega Harrison. "Su 'realismo' no era una copia directa de la naturaleza. El decía que los modelos vivos lo inhibían y le creo: pienso que lo insegurizaban y avergonzaban".
Son conocidos los estudios que Bacon hizo de cuadros de Van Gogh y Velázquez. Pero menos se sabe de su afición a la imagen fotográfica, que fue su principal medio de acercamiento a la realidad. Le fascinaban los detalles que podía captar una cámara, y que el ojo humano, en forma natural, pasaba por encima. Por lo demás, la fotografía le daba la insospechada licencia de retratar el mundo de una forma no-ilustrativa. Era la realidad, pero no igual a ella: era su esencia emocional. Una versión mucho más intensa.
Así se explica la destrucción de los documentos de su archivo. Durante años se pensó que se debía simplemente al descuido del artista. Hoy se piensa que era su método de trabajo. Rayones, manchones, dobleces sobre fotografías y recortes de diarios y otras publicaciones no eran más que otra forma de concentrarse en ciertas partes y movimientos del cuerpo, o una ayuda para imaginar cómo un cuerpo podía ser deformado. El más importante sería su estudio de las secuencias fotográficas de cuerpos humanos de Eadweard Muybridge, que le permitieron crear formas que, aunque estáticas, demuestran movimiento.
Pero no es claro que esa misma razón haya motivado la eliminación de sus obras. Hoy, sólo sobreviven 600 de sus cuadros. Hay etapas completas, como la que va entre 1929 y 1944, que él se encargó de destruir casi completamente, cuchillo en mano. "Ciertamente, no creo que podamos encontrar todas las partes que faltan de este puzzle," [...] sostiene Harrison. "Mucha gente intenta desentrañar a Bacon, pero nada que podamos decir o hacer puede disminuir el efecto de sus pinturas. Aunque su psicología era extraña, las pinturas aún resuenan intensamente [...]. Son obras que se entienden en términos universales, sobre pasiones y sentimientos muy humanos"."[3]
Oviedo. Hacia 1930, la vida de Francis Bacon (1909-1992) experimentó dos vuelcos fundamentales, ambos estrechamente relacionados entre sí. Por un lado, culmina el deambular incierto, lleno de episodios que sólo auguraban más confusión y fracaso y que lo habían alejado de Irlanda. Su permanencia durante unos pocos meses de 1928 en Berlín le permitió observar sagazmente los signos inexorables del final de la república de Weimar. Por ese entonces, la capital de Alemania concentraba las experiencias culturales más radicalizadas de toda Europa. Con menos de 20 años palpa el turbio clima de una urbe que mezcla la miseria de los desclasados y el derroche más insolente. El tríptico La gran ciudad, pintado por Otto Dix entre 1927 y 1928, refleja ese áspero contraste que más tarde Bacon podrá asimilar como algo también muy cercano a sus todavía rudimentarios tanteos en el terreno de la pintura.
Educación estética. El otro hecho, desde luego revelador, ocurre en 1930, cuando está viviendo en París, una ciudad con hallazgos prometedores para un autodidacta como Bacon, provisto de una versatilidad irreverente que elude los caminos sistemáticos o lineales. Allí visita la muestra de Picasso en la galería de Paul Rosenberg [...]. Un núcleo realmente decisivo de su formación irrumpe en esta oportunidad, la vocación artística de Bacon funda allí un punto de partida enunciado con la frase: "Picasso me ayudó a ver".
Simultáneamente, el otro llamado que recibió fue el de la fotografía, pintores como Man Ray o Max Ernst adoptaban con entusiasmo esta práctica con la cual Bacon no tardó en establecer una afinidad profunda. Asimismo, el cine de Buñuel (El perro andaluz y La edad de oro), la secuencia de la niñera que grita con desesperación en las escalinatas de Acorazado Potemkin y, conectada a ésta, el grito desgarrador de una madre en el cuadro La matanza de los inocentes de Nicolas Poussin contemplado en el museo de Chantilly, esbozan buena parte de la educación estética baconiana. La consulta de manuales de medicina con fotografías sobre afecciones bucales preanuncia que el deseo de pintar de Bacon está reuniendo aceleradamente muchas de sus inquietantes búsquedas.
Si bien en la historia de la pintura occidental el motivo de la crucifixión abarca un extenso recorrido iconográfico (de Cimabue y Grünewald a Felicien Rops y Picasso), el ciclo de las crucifixiones baconianas, a través de sus consecutivos escalonamientos, une la casi totalidad de su actividad como pintor. A veces se interrumpe, y cuando así ocurre es para reaparecer más adelante con elementos igualmente perturbadores. Ya en Londres incluye las primeras crucifixiones en una exposición del año 1933. Más tarde, en 1944 presenta [...] Tres estudios de figuras al pie de una crucifixión, punto de inflexión de su "carrera" de artista y obra maestra que excede esa misma carrera.
Como su título lo indica, las tres figuras de cada uno de los paneles aparecen, contra un fondo anaranjado, aisladamente, y de ese modo cumplen con el postulado baconiano de evitar cualquier tentación narrativa "que hable más alto que el propio cuadro". Una rápida descripción no podría omitir ni las deformaciones (que se proyectarán raudamente a las exacerbadas distorsiones de los cuerpos y rostros baconianos) ni las bocas de esas criaturas zoomorfas con dientes filosísimos que desde sus cuellos alargados hacen el ademán de saltar y que además parecen emitir con sus fauces abiertas un mudo aullido estremecedor. Según lo admitió el propio Bacon, son imágenes engendradas por una lectura de la Orestíada de Esquilo que se conectaban con recónditas capas de la culpa y la perdición que siempre atormentaron al pintor.
Léxico de las imágenes. Con posterioridad, se suceden, en 1950, Fragmento para una crucifixión, y 12 años después Tres estudios para una crucifixión, mientras que de 1981 es Tríptico inspirado en la Orestíada de Esquilo; por último, Segunda versión del tríptico de 1944 fue pintado en 1988: corrobora una tenaz obsesión de Bacon que en nada atenúa la ilimitada ferocidad de esas temibles "Hijas de la Noche" [Euménides]. Más allá de interpretaciones psicologistas, para Bacon –en una de las insoslayables entrevistas de David Sylvester– las crucifixiones se asociaban a "un autorretrato". ¿El suyo, cabe preguntarse? Lo cierto es que tanto el autorretrato como su par complementario, el retrato, fueron un "género" sobre el cual produjo una meditación plástica impostergable dirigida a registrar una cascada de fisonomías que nunca parecen agotarse.
Según sus palabras, se trata de "atrapar lo que no deja de transformarse". Así como poder capturar la descomposición del movimiento del cuerpo (utilizando las fotos de Muybridge), la inestabilidad y los cambios a menudo imperceptibles de las facciones lo condujeron a no someter su pincel al sosiego o a la inercia, por el contrario, el detalle de una boca se asemeja a un cuadro de Turner o una cabeza puede emular un muñón. Las espesas capas de óleo acumuladas, sus irregulares definiciones crean protuberancias y relieves que operan una drástica distorsión de una cara cuyos rasgos tambalean y pierden su identidad. Abundan los autorretratos que se concatenan como fotogramas; otro tanto ocurre con los retratos. [...] Difícilmente se podría pasar por alto que este género practicado con asiduidad por Bacon implica la presencia de modelos para ser representados. Sin embargo, en ese lugar baconiano por antonomasia que era su atelier londinense (el de Reece Mews, conservado por varias décadas) raramente los modelos de la realidad existían para Bacon. Prefería con frecuencia apelar a las fotografías. "Su realidad –afirmó con desparpajo ante David Sylvester– es mayor que la de las cosas".
Para pintar las más de 40 versiones del Retrato de Inocencio X de su admirado Velázquez utilizó una reproducción.
Una reciente publicación titulada Archivos privados pone justamente de relieve el rol central de un vasto repertorio de imágenes extraídas de recortes periodísticos, de revistas, de libros, de páginas arrancadas a libros de arte que solían hallarse dispersas y caóticamente amontonadas sobre el piso del atelier de Bacon. Un material heterogéneo (más de 7000 impresos) constituyeron, como se ha podido establecer, la matriz casi secreta del trabajo visual del pintor.
Láminas plegadas una y otra vez dislocan o dejan truncas imágenes, las arrugas les otorgan una nueva visibilidad, manchas, goteos, salpicaduras, caprichosas intervenciones del pintor, un material en el que hormiguean fragmentos sueltos: van entregando una suerte de léxico de las urgentes formas de la pintura baconiana. Y en este sinnúmero de restos que ahora componen una engañosa unidad, la obra de Bacon encuentra un cauce para ofrecer los umbrales siempre cambiantes de sus expresiones.
Perfil. Francis Bacon nació en Dublín el 28 de octubre de 1909. Su infancia y adolescencia transcurrieron en medio de los salvajes enfrentamientos entre católicos y protestantes. Antes de dedicarse a la pintura ejerció los más diversos oficios. Tras las Segunda Guerra Mundial, proliferan las exposiciones y retrospectivas de sus pinturas en las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos, México y San Pablo. Su muerte ocurrió en Madrid el 28 de abril de 1992.[4]
Desesperación entusiasta. El maletín de Bacon: ¿repleto de material que testimonia un proceso de trabajo fuera de lo común o un extraordinario grotesco tocinesco?
Martin Harrison, Francis Bacon: Archivos privados, Madrid: La Fábrica, 2009
La Fábrica. En Archivos privados se reúnen los documentos más importantes que sirven de utilidad para que el lector tenga una visión más exacta de las influencias que provocaron y motivaron la pintura de Bacon.
Elaborado por Martin Harrison, Rebecca Daniels y Barbara Dawson, el libro posee información proveniente de la Galería Municipal de Dublín (The Hugh Lane), que es donde se preserva toda la documentación hallada en el estudio de Bacon (donada a la ciudad en 1998). Se trata de más de 7.000 recortes y objetos que forman parte de la 'base de datos' visuales del artista.
El contenido del libro sugiere los métodos artísticos y el vocabulario pictórico de Bacon. La obra contiene material acerca del cuerpo humano, animales y otros. Las más de 160 fotografías de estos estímulos contenidas en el libro, están acompañadas por comentarios que desbrozan aún más el contenido del mensaje que pretendía utilizar Bacon en el momento de llevar a cabo su evocación/provocación visual. Bacon trabajó a partir de la apropiación y posterior manipulación de imágenes sacadas de libros, fotografías, revistas, catálogos, en fin, mass-media. Arrugar, doblar, rallar, pintar, pegar... Tal deliberada manipulación de la imagen apropiada resultaba para él un estudio previo al trabajo final. El carácter reservado de Bacon respecto a la acumulación de imágenes diversas puede producir en quien se dedica a su estudio cierto desconcierto. De tal material emerge el interás del pintor por la obra de Miguel Ángel, Velázquez, Rembrandt y Picasso. Segun Harrison, las figuras de Bacon representan al hombre del siglo XX, uno "angustiado por la vida, pero entusiasmado por el arte".[1]
Rancho News. Documentación que sugiere y da testimonio acerca del proceso creativo de Bacon se reúne en Archivos Privados, volumen que recopila 160 fotografías, seleccionadas y comentadas por Harrison, Daniels y Dawson. Se trata de un corpus de más de 7.000 recortes, objetos y piezas. Parte de los mismos se hallan ilustrados en el mecionado volumen.[2]
Graciela Marín. "Bacon [...] sólo dejaba entrar a su taller a sus amigos más cercanos. En parte, porque era su mundo creativo. Pero también porque era casi un basural. Miles de papeles arrugados, cortados, manchados y doblados en el suelo, dispersos en un espacio de 6 por 4 metros. Entre medio, cuadros destruidos, despedazados y apuñalados, muchas veces por el mismo artista. Bacon nunca estuvo dispuesto a revelar demasiado de su intimidad. Su vida y su forma de trabajo eran privadas y le gustaba conservarlo así. Pero también era un asunto práctico: nadie más que él podía circular entre tanto desorden.
A 100 años de su nacimiento, las perturbadoras pinturas de cuerpos deformes y sufrientes de Bacon son más famosas que nunca. Desde el año pasado, una gran muestra retrospectiva se exhibe en [Londres], [Madrid] y Nueva York. Todas las exhibiciones se han repletado, aunque cada visitante abandona la muestra con reacciones distintas: algunos se incomodan, otros se horrorizan y varios se asombran ante las pinceladas que dan forma a retratos distorsionados, de ojos desorbitados y bocas aullantes.
[... Además, la] Galería Hugh Lane, de Dublín, exhibirá en octubre una gran muestra con los secretos de su taller en Londres, con fotografías, pinturas y documentos que revelan su proceso de creación. Son materiales que también se muestran en los Archivos privados de Francis Bacon, [... por] Martin Harrison. Es un libro que [...] descubre las obsesiones, dudas y experimentaciones que marcaron la obra de uno de los artistas más singulares del siglo XX.
[...] Bacon nunca siguió las modas. Cuando el arte abstracto estaba en su punto más alto, él lo despreció por considerar que era incapaz de reflejar las emociones del ser humano. En especial, aquellos que más le interesaban: la pasión, la rabia, la angustia y la desesperación. El arte abstracto le parecía [...] estéril [... e] inútil. Tampoco le interesó sumarse a los surrealistas. En una opción que lo aisló de sus contemporáneos, optó por la realidad. Durante años le pesó: en 1936, una galería de Londres rechazó exhibir sus obras, simplemente porque ofrecía un arte que era "insuficientemente surreal".
A él le parecía inconcebible un arte alejado de la realidad. Aunque en su caso, se trataba de un mundo hostil y violento, que se reflejaba en retratos desfigurados y sufrientes. Son pinturas que le ganaron el título de "artista del horror". Sin embargo, a Harrison no le parece tan así. "Pocas veces veo horror. Veo mucho más asco. Asco consigo mismo, con la raza humana y con el hecho de que seamos mortales", dice a La Tercera.
Y eso era algo que Bacon conoció muy de cerca. Nacido en Dublín en 1909, antes de los 10 años ya había sufrido la muerte de dos hermanos y conocido el horror de la Primera Guerra Mundial. Desde niño sufrió de asma crónica: cada cierto tiempo, sentía que se asfixiaba y sólo podía calmarse con morfina.
A los 16 años, su padre lo exilió del hogar familiar al descubrir que era homosexual. Tuvo muchas parejas, pero su relación más significativa fue con George Dyer, al que conoció tras sorprenderlo robando en su departamento. Estuvieron juntos siete años, pero Dyer no soportó la presión de ser la pareja de un artista que, a esas alturas, era famoso: en 1971 se suicidó con barbitúricos, en la pieza que ambos compartían, mientras Bacon estaba afuera preparando [su] exhibición [retrospectiva en el Grand Palais de París]. El artista jamás dejó de sentir culpa y [...] en [...] sus trípticos más impactantes, pintó la muerte de su amante. Y continuaría retratándolo hasta el final.
Bacon trabajaba con rabia, pero también impulsividad: así como destrozó en múltiples ocasiones sus obras, también arrugaba, rayaba y destruía el material con el que trabajaba en su taller. Muchos de esos papeles inicialmente se confundieron con basura: ahora, relata Harrison, se les considera gérmenes de las obras del pintor. "Los descubrimientos de su estudio confirman qué tan privado era él y [revelan] muchos de sus secretos. No de su vida íntima, pero sí sobre su forma de trabajar con otras imágenes", explica Harrison. "Son lo que él estudió, muy cercanamente, e investigó".
Bacon se obsesionaba con la realidad, pero no necesariamente con el mundo vivo. Jamás trabajó con modelos reales, pese a que muchos de sus retratos mostraban a sus parejas y amigos. "No era bueno para dibujar y le tomaba bastante tiempo lograr un parecido con sus modelos", agrega Harrison. "Su 'realismo' no era una copia directa de la naturaleza. El decía que los modelos vivos lo inhibían y le creo: pienso que lo insegurizaban y avergonzaban".
Son conocidos los estudios que Bacon hizo de cuadros de Van Gogh y Velázquez. Pero menos se sabe de su afición a la imagen fotográfica, que fue su principal medio de acercamiento a la realidad. Le fascinaban los detalles que podía captar una cámara, y que el ojo humano, en forma natural, pasaba por encima. Por lo demás, la fotografía le daba la insospechada licencia de retratar el mundo de una forma no-ilustrativa. Era la realidad, pero no igual a ella: era su esencia emocional. Una versión mucho más intensa.
Así se explica la destrucción de los documentos de su archivo. Durante años se pensó que se debía simplemente al descuido del artista. Hoy se piensa que era su método de trabajo. Rayones, manchones, dobleces sobre fotografías y recortes de diarios y otras publicaciones no eran más que otra forma de concentrarse en ciertas partes y movimientos del cuerpo, o una ayuda para imaginar cómo un cuerpo podía ser deformado. El más importante sería su estudio de las secuencias fotográficas de cuerpos humanos de Eadweard Muybridge, que le permitieron crear formas que, aunque estáticas, demuestran movimiento.
Pero no es claro que esa misma razón haya motivado la eliminación de sus obras. Hoy, sólo sobreviven 600 de sus cuadros. Hay etapas completas, como la que va entre 1929 y 1944, que él se encargó de destruir casi completamente, cuchillo en mano. "Ciertamente, no creo que podamos encontrar todas las partes que faltan de este puzzle," [...] sostiene Harrison. "Mucha gente intenta desentrañar a Bacon, pero nada que podamos decir o hacer puede disminuir el efecto de sus pinturas. Aunque su psicología era extraña, las pinturas aún resuenan intensamente [...]. Son obras que se entienden en términos universales, sobre pasiones y sentimientos muy humanos"."[3]
Oviedo. Hacia 1930, la vida de Francis Bacon (1909-1992) experimentó dos vuelcos fundamentales, ambos estrechamente relacionados entre sí. Por un lado, culmina el deambular incierto, lleno de episodios que sólo auguraban más confusión y fracaso y que lo habían alejado de Irlanda. Su permanencia durante unos pocos meses de 1928 en Berlín le permitió observar sagazmente los signos inexorables del final de la república de Weimar. Por ese entonces, la capital de Alemania concentraba las experiencias culturales más radicalizadas de toda Europa. Con menos de 20 años palpa el turbio clima de una urbe que mezcla la miseria de los desclasados y el derroche más insolente. El tríptico La gran ciudad, pintado por Otto Dix entre 1927 y 1928, refleja ese áspero contraste que más tarde Bacon podrá asimilar como algo también muy cercano a sus todavía rudimentarios tanteos en el terreno de la pintura.
Educación estética. El otro hecho, desde luego revelador, ocurre en 1930, cuando está viviendo en París, una ciudad con hallazgos prometedores para un autodidacta como Bacon, provisto de una versatilidad irreverente que elude los caminos sistemáticos o lineales. Allí visita la muestra de Picasso en la galería de Paul Rosenberg [...]. Un núcleo realmente decisivo de su formación irrumpe en esta oportunidad, la vocación artística de Bacon funda allí un punto de partida enunciado con la frase: "Picasso me ayudó a ver".
Simultáneamente, el otro llamado que recibió fue el de la fotografía, pintores como Man Ray o Max Ernst adoptaban con entusiasmo esta práctica con la cual Bacon no tardó en establecer una afinidad profunda. Asimismo, el cine de Buñuel (El perro andaluz y La edad de oro), la secuencia de la niñera que grita con desesperación en las escalinatas de Acorazado Potemkin y, conectada a ésta, el grito desgarrador de una madre en el cuadro La matanza de los inocentes de Nicolas Poussin contemplado en el museo de Chantilly, esbozan buena parte de la educación estética baconiana. La consulta de manuales de medicina con fotografías sobre afecciones bucales preanuncia que el deseo de pintar de Bacon está reuniendo aceleradamente muchas de sus inquietantes búsquedas.
Si bien en la historia de la pintura occidental el motivo de la crucifixión abarca un extenso recorrido iconográfico (de Cimabue y Grünewald a Felicien Rops y Picasso), el ciclo de las crucifixiones baconianas, a través de sus consecutivos escalonamientos, une la casi totalidad de su actividad como pintor. A veces se interrumpe, y cuando así ocurre es para reaparecer más adelante con elementos igualmente perturbadores. Ya en Londres incluye las primeras crucifixiones en una exposición del año 1933. Más tarde, en 1944 presenta [...] Tres estudios de figuras al pie de una crucifixión, punto de inflexión de su "carrera" de artista y obra maestra que excede esa misma carrera.
Como su título lo indica, las tres figuras de cada uno de los paneles aparecen, contra un fondo anaranjado, aisladamente, y de ese modo cumplen con el postulado baconiano de evitar cualquier tentación narrativa "que hable más alto que el propio cuadro". Una rápida descripción no podría omitir ni las deformaciones (que se proyectarán raudamente a las exacerbadas distorsiones de los cuerpos y rostros baconianos) ni las bocas de esas criaturas zoomorfas con dientes filosísimos que desde sus cuellos alargados hacen el ademán de saltar y que además parecen emitir con sus fauces abiertas un mudo aullido estremecedor. Según lo admitió el propio Bacon, son imágenes engendradas por una lectura de la Orestíada de Esquilo que se conectaban con recónditas capas de la culpa y la perdición que siempre atormentaron al pintor.
Léxico de las imágenes. Con posterioridad, se suceden, en 1950, Fragmento para una crucifixión, y 12 años después Tres estudios para una crucifixión, mientras que de 1981 es Tríptico inspirado en la Orestíada de Esquilo; por último, Segunda versión del tríptico de 1944 fue pintado en 1988: corrobora una tenaz obsesión de Bacon que en nada atenúa la ilimitada ferocidad de esas temibles "Hijas de la Noche" [Euménides]. Más allá de interpretaciones psicologistas, para Bacon –en una de las insoslayables entrevistas de David Sylvester– las crucifixiones se asociaban a "un autorretrato". ¿El suyo, cabe preguntarse? Lo cierto es que tanto el autorretrato como su par complementario, el retrato, fueron un "género" sobre el cual produjo una meditación plástica impostergable dirigida a registrar una cascada de fisonomías que nunca parecen agotarse.
Según sus palabras, se trata de "atrapar lo que no deja de transformarse". Así como poder capturar la descomposición del movimiento del cuerpo (utilizando las fotos de Muybridge), la inestabilidad y los cambios a menudo imperceptibles de las facciones lo condujeron a no someter su pincel al sosiego o a la inercia, por el contrario, el detalle de una boca se asemeja a un cuadro de Turner o una cabeza puede emular un muñón. Las espesas capas de óleo acumuladas, sus irregulares definiciones crean protuberancias y relieves que operan una drástica distorsión de una cara cuyos rasgos tambalean y pierden su identidad. Abundan los autorretratos que se concatenan como fotogramas; otro tanto ocurre con los retratos. [...] Difícilmente se podría pasar por alto que este género practicado con asiduidad por Bacon implica la presencia de modelos para ser representados. Sin embargo, en ese lugar baconiano por antonomasia que era su atelier londinense (el de Reece Mews, conservado por varias décadas) raramente los modelos de la realidad existían para Bacon. Prefería con frecuencia apelar a las fotografías. "Su realidad –afirmó con desparpajo ante David Sylvester– es mayor que la de las cosas".
Para pintar las más de 40 versiones del Retrato de Inocencio X de su admirado Velázquez utilizó una reproducción.
Una reciente publicación titulada Archivos privados pone justamente de relieve el rol central de un vasto repertorio de imágenes extraídas de recortes periodísticos, de revistas, de libros, de páginas arrancadas a libros de arte que solían hallarse dispersas y caóticamente amontonadas sobre el piso del atelier de Bacon. Un material heterogéneo (más de 7000 impresos) constituyeron, como se ha podido establecer, la matriz casi secreta del trabajo visual del pintor.
Láminas plegadas una y otra vez dislocan o dejan truncas imágenes, las arrugas les otorgan una nueva visibilidad, manchas, goteos, salpicaduras, caprichosas intervenciones del pintor, un material en el que hormiguean fragmentos sueltos: van entregando una suerte de léxico de las urgentes formas de la pintura baconiana. Y en este sinnúmero de restos que ahora componen una engañosa unidad, la obra de Bacon encuentra un cauce para ofrecer los umbrales siempre cambiantes de sus expresiones.
Perfil. Francis Bacon nació en Dublín el 28 de octubre de 1909. Su infancia y adolescencia transcurrieron en medio de los salvajes enfrentamientos entre católicos y protestantes. Antes de dedicarse a la pintura ejerció los más diversos oficios. Tras las Segunda Guerra Mundial, proliferan las exposiciones y retrospectivas de sus pinturas en las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos, México y San Pablo. Su muerte ocurrió en Madrid el 28 de abril de 1992.[4]
Desesperación entusiasta. El maletín de Bacon: ¿repleto de material que testimonia un proceso de trabajo fuera de lo común o un extraordinario grotesco tocinesco?
Referencias
1. A partir del material publicado por La Fábrica, "Nota de prensa," 27.1.2009, http://www.lafabrica.com/notas_prensa/notas_prensa.php?ola=97
2. Es paráfrasis de "Libros, España: « Francis Bacon, archivos privados»," Rancho Las Voces, Ciudad Juárez, Chihuahua, 29.1.2009, http://rancholasvoces.blogspot.com/2009/01/libros-espana-francis-bacon-archivos.html
3. "Los secretos que escondía el taller de Bacon," La Tercera, Chile, 30.08.2009, http://latercera.com/contenido/661_175552_9.shtml
4. Antonio Oviedo, "Formas urgentes de la pintura," La Voz, Argentina, 22.10.2009, http://www.lavoz.com.ar/nota.asp?nota_id=561202
Imágenes, en orden de aparición:
1. Reproducción del Retrato de Felipe IV (Diego Velázquez, 1655; Museo del Prado, Madrid), ilustrando la tapa de Archivos privados.
2. Dos páginas sujetas con clips a una cartulina, c. 1984. Izq. nota de Bacon en referencia a una de sus obras: "The image of body to come over white circle" («La imagen de un cuerpo a ser ubicada sobre un círculo blanco»). Der. fragmento sujeto a un catálogo ilustrando la obra de Paolo Gilio, L'uomo de Eakins, 1982; con fragmento del libro Bridgman's Complete Guide to Drawing from Life, de George B. Bridgman, Nueva York: Sterling Publishing Co., 1952, p. 31. Bacon le añadió a pluma negra el taburete bajo la figura de la esquina inferior izquierda. El taburete se parece a un diseño frecuente en la pintura de Bacon y es similar al del panel izquierdo de Three Studies for a Portrait of John Edwards (Tres estudios para un retrato de John Edwards), 1984.
3. Francis Bacon, Peter Lacy, fotografía, Ostia, 1954. Las fotos que Bacon y Lacy se tomaron entre sí en su viaje a Italia figuran entre las primeras que influyeron sobre la obra del pintor.
4. Cecil Beaton, Francis Bacon en su taller, fotografía, 1960.
5. Página del libro Velásquez, de José Ortega y Gasset, París: René Julliard, 1954, lámina 98: Diego Velázquez, El infante Felipe Próspero, 1660
6. Fragmento de una fotografía con la porción superior del rostro de Bacon (Source 243, The Hugh Lane Gallery, Dublín).
7. Imagen titulada "Cómo juzgar el carácter de una cara" (Londres, 1952).
8. Tres pequeños retratos realizados por Bacon y posteriormente lacerados por su autor (The Irish Times, 27.10.2009).
9. Fotografía con el rostro de Bacon, empleada por el pintor para realizar numerosos de sus autorretratos.
10. Fotografía color impresa en papel brillante de Study for Portrait of Lucian Freud (Sideways), 1971
11. Reproducción del Retrato de Inocencio X (1650), por Velázquez. Datos del retratado.
12. El maletín de Bacon (Bacon Briefcase), concebido para el Centro de Belleza VLCC en 2007 (fuente).
2. Dos páginas sujetas con clips a una cartulina, c. 1984. Izq. nota de Bacon en referencia a una de sus obras: "The image of body to come over white circle" («La imagen de un cuerpo a ser ubicada sobre un círculo blanco»). Der. fragmento sujeto a un catálogo ilustrando la obra de Paolo Gilio, L'uomo de Eakins, 1982; con fragmento del libro Bridgman's Complete Guide to Drawing from Life, de George B. Bridgman, Nueva York: Sterling Publishing Co., 1952, p. 31. Bacon le añadió a pluma negra el taburete bajo la figura de la esquina inferior izquierda. El taburete se parece a un diseño frecuente en la pintura de Bacon y es similar al del panel izquierdo de Three Studies for a Portrait of John Edwards (Tres estudios para un retrato de John Edwards), 1984.
3. Francis Bacon, Peter Lacy, fotografía, Ostia, 1954. Las fotos que Bacon y Lacy se tomaron entre sí en su viaje a Italia figuran entre las primeras que influyeron sobre la obra del pintor.
4. Cecil Beaton, Francis Bacon en su taller, fotografía, 1960.
5. Página del libro Velásquez, de José Ortega y Gasset, París: René Julliard, 1954, lámina 98: Diego Velázquez, El infante Felipe Próspero, 1660
6. Fragmento de una fotografía con la porción superior del rostro de Bacon (Source 243, The Hugh Lane Gallery, Dublín).
7. Imagen titulada "Cómo juzgar el carácter de una cara" (Londres, 1952).
8. Tres pequeños retratos realizados por Bacon y posteriormente lacerados por su autor (The Irish Times, 27.10.2009).
9. Fotografía con el rostro de Bacon, empleada por el pintor para realizar numerosos de sus autorretratos.
10. Fotografía color impresa en papel brillante de Study for Portrait of Lucian Freud (Sideways), 1971
11. Reproducción del Retrato de Inocencio X (1650), por Velázquez. Datos del retratado.
12. El maletín de Bacon (Bacon Briefcase), concebido para el Centro de Belleza VLCC en 2007 (fuente).
Extraordinario: "Alive with Bacon Taste"
Traducción - « Vivo, con gusto a tocino ».
2 comments:
Tal vez exteriorizaba los problemas de su vida privada y los plasmaba en sus obras. A mi me gusta, lo veo muy original y fuera de todo lo que se ve habitualmente. Una excelente entrada Mariano. Un beso.
Gracias. Se trata de una recopilación de textos selectos. La obra de Bacon indudablemente se nutre de su experiencia de vida, si bien ella no constituye un transporte literal de tales hechos. En el caso de Bacon, todo intento de definir aquello que uno ve es un 'problema a resolver' debido a su deliberado sugerir.
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